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1 de noviembre de 2010

San Francisco: Union Square

Llegar al Union Square, el centro comercial en el corazón de San Francisco, donde gente y dinero recorren las veredas a velocidades increíbles, no fue muy difícil partiendo del Aeropuerto Internacional. Existía este sistema de trenes llamado Bart, que tenía una estación en el mismo aeropuerto,  y que te transporta en 15 minutos al mismo centro.  El día soleaba, el aire secaba las narices y las ganas de recorrer tantos lugares icónicos en el turismo estadounidense, prometían una bonita tarde. Al bajar de la estación,  ya en el centro de la ciudad, lo primero que pasó por mi cabeza fue Nueva York, la gran afluencia de gente, el tráfico, las luces y las tiendas me hizo recordar el colosal centro de la ciudad que nunca duerme; y probablemente esta parte de San Francisco tampoco duerma, porque mientras caminaba hacia la plaza de Union Square, a unas cuadras de la estación, recibí una inyección de energía proveniente de cada esquina que volteaba a mirar. Pianistas, violinistas y hasta orquestas callejeras ofrecían conciertos musicales en el medio de la calle por alguna caridad. Tiendas descomunales como el monstruo de Apple que siempre está llena de gente o la tienda de 4 pisos de Forever21, peligro inminente para la billetera de cualquier mujer que se atreva a asomarse por ahí. Mientras más me acercaba a la famosa plaza, más colorido y enérgico se volvía el escenario. Aparecían restaurantes, bares, personajes extraños y extravagantes que se asomaban a las calles sin ningún tapujo ni temor.
Llegué por fin a la gran plaza de Union Square, un lugar rodeado de tentaciones y lujos, lleno de turistas u oficinistas escapados del trabajo y sentados en alguna banca. Buses de turismo, esos sin techo en el segundo piso, esperaban pasajeros que quieran conocer los alrededores y por supuesto, cruzar el imponente Golden Bridge, ese puente colorado, fácilmente recordado en muchas películas norteamericanas.
En el centro de San Francisco y sus alrededores hay demasiadas cosas que ver, muchos lugares que jamás se podrían contar en un solo artículo; Chinatown, Little Italy y los muelles por ejemplo. Así que comenzaré por las orillas de la ciudad. Caminé hacia los famosos malecones, donde sabía que estaba Pier39, famoso puerto lleno de atractivos turísticos y comerciales. Seguí avanzando y noté aviones azules de guerra haciendo piruetas avezadas. Eran los Blue Angels, un escuadrón de aviones de guerra de exhibición, volando bajo, haciendo rugir sus turbinas y captando la atención de todo transeúnte que caminaba por el lugar. Inesperadamente me topé con un agradable hallazgo: Un restaurante Peruano, La Mar cevichería. Es que en uno de los caminos culinarios marítimos más famosos, no podía faltar la cocina peruana. Desgraciadamente no podía detenerme a comer aquí, pero definitivamente volveré y haré un artículo de esta joyita, que al parecer reventaba de gente.
Ya de lejos sabía que me acercaba al muelle Pier39, sonaba el rock and roll de una banda de payasos vestidos de la bandera norteamericana, una multitud lejana moviéndose con las guitarras eléctricas, carritos de hot dogs, algodones de azúcar en las manos de los niños y los Blue Angels aún jugándose la vida a pocos metros de mi cabeza. Definitivamente estaba en el lugar correcto. Ya dentro, pensé en una especie de Larcomar más rústico, pero más enérgico y descontrolado a la vez.  Restaurantes de comida rápida, mayormente marítima, tiendas de chocolates y vinos Californianos y ¡el Napa Valley!, por el que pensé inmediatamente en otro artículo más. Bares, cerveza en vasos gigantescos, familias reunidas, amigos celebrando con hamburguesas de tamaños inexistentes, entreverados en un solo lugar. Estaba definitivamente en un capítulo de Tres por Tres o Full House si algunos la recuerdan. Y hablando de esa famosa serie, como no mencionar el famoso tranvía que recorre la calle principal del centro, pero no crean que mismo Danny Tanner se subirán a él fácilmente, interminables colas de 40 minutos a una hora convencían a cualquiera a tomar un taxi no más.  Y realmente fue en este que regresé a la estación del Bart.
Mientras el tren me regresaba a mi hotel, pensé en todas las cosas que me faltaron conocer. Regresaré por un ceviche, por más lejos que esté, creo que no lo puedo evitar. Por la comida china, los vinos, San Francisco y su historia que tengo que conocer más a fondo.